jueves, 28 de mayo de 2009

Persecución en contra del Hermano Francisco Saavedra Bustamante: Extracto versionado de un artículo aparecido en El Siglo, edición del 27 de agosto de 2008.
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La injusticia con sangre entra..., por Sergio Reyes.
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El Hermano Francisco Saavedra es un cristiano comprometido con los intereses del mundo popular, y así queda claro en su programa radial “Diálogos Apostólicos”, que se trasmite por la Red de Emisoras Nuevo Mundo, de lunes a viernes, entre 21 y 23 horas.
Lo que Francisco Saavedra no se imaginó es que las declaraciones que emite a través de su programa le traerían serios problemas, peor que eso, le convertirían en víctima de la acción y los abusos de la Policía de Investigaciones, como ocurrió la semana pasada.
Todo empezó hace algún tiempo, cuando un hombre de mediana edad llegó hasta el negocio que el Hermano posee en Santiago a una cuadra de Estación Central, y que le permite su subsistencia y la de su familia. “Francisco”, le dijo, “soy auditor de su espacio radial”, y eso bastó para que ambos conversaran animadamente por cerca de 20 minutos, tras lo cual, y sin mayores preámbulos, el hombre de pelo corto le muestra una credencial y una placa, se identifica como carabinero, y agrega: “Hace dos años el alto mando me mandó a investigarle, como yo soy evangélico entiendo mejor el terreno que pisa. Hermano, quiero que sepa que no encontré nada contra usted, la verdad es que he podido comprobar que está limpio”.
Francisco Saavedra y sus cercanos escucharon con sorpresa el relato. El Hermano no le dio mayor importancia, aunque no dejaba de recordar casos como el de Elena Varela, detenida cuatro meses sin causa alguna, o el de Héctor Lleitul, comunero mapuche detenido injustamente durante un año y cuatro meses.
No pasaron más de dos meses para que Francisco Saavedra experimentara una nueva sorpresa. En su local comercial vende estuches con el logo del Ratón Mickey. Los permisos correspondientes están al día, y todo producto comprado tiene su factura, pero nada de eso fue suficiente para lo que ocurriría: “La Policía de Investigaciones llegó a mi local y me trató como delincuente, me dijeron que estoy vendiendo productos adulterados, ante lo cual muestro los permisos y acredito que todo está en orden”.
Cabe precisar que los estuches fueron adquiridos al propio importador, como lo indica la factura a la cual “El Siglo” tuvo acceso. Pero la Policía más bien parecía vasalla del Ratón Miguelito y arremete en contra de Saavedra. Intentan cerrar el negocio y sacar toda la mercadería del local, pero no tienen orden legal para hacerlo.
En ese momento Saavedra llamó a Radio Nuevo Mundo, contó lo que sucedía y denunció un intento de soborno de uno de los agentes: “Me exigen un millón de pesos para dejar sin efecto la detención”.
Los detectives, tras escuchar la llamada, sentenciaron: “Lo llevamos detenido”, pero no dijeron el por qué ni a dónde lo llevarían. Ahí se abre un capítulo sórdido, donde el Hermano Francisco dice que comprendió el Libro de Job y cómo sufren los inocentes frente al opresor: “Qué le ocurre a este funcionario que aparece ante los medios con un lindo terno y corbata, lleno de cordialidad, y cuando está en su terreno, en el cuartel, me dice: «Ahora estái en mi casa, p’os, conch’e tu madre»”.
El rostro del Hermano se ensombrece cuando recuerda para “El Siglo” la humillación recibida. “El policía me dice: «Hasta aquí no más llegaste, te vamos a sacar la cresta». Se abalanza encima de mí, me empuja, trastabillo, pero no caigo. Entonces me escupe la cara y me dice: «Déjate de hablar guevás en tu programa y dedícate a puro hablar de Dios»”.
La situación se complica porque el policía parece dispuesto a todo, y Saavedra sigue recordando: “Yo veo al que supongo era el jefe y le digo «¡Oiga, usted permite que ésto pase en su comisaría! Cómo puede aceptar que se violen mis derechos»”.
La equivocación del Hermano fue hablar de derechos. Quien se supone que era el jefe, nos referimos al Comisario Bascuñán, reacciona como energúmeno en contra del Hermano Francisco: «No te dai cuenta de que tení puras hijas mujeres en tu familia, mejor piensa en ellas. Vive lo tuyo, preocúpate sólo de tus cosas, má’ mejol. Y aquí estái en mi casa y aquí hago lo que yo quiero»”.
“¡Desnúdate!”, fue la orden del policía. Humillado frente a una tropa que jura defender y cuidar al inocente, Saavedra tiene que levantar los brazos, para que la vejación aumente.
A continuación, el Hermano Francisco fue paseado por diversas comisarías durante dos días, sin presentarle cargos, burlando la ley y el procedimiento vigente, que obliga a pasar al detenido frente al juez, pasada cierta cantidad de horas.
Una vez ante el magistrado, le dicen: “Este señor tiene todas las facturas y documentos legales; por lo tanto, se puede retirar, no se le acusa de nada”. Al presente, tras esta entrevista, nadie le ha dado una explicación.
Hoy, el Hermano Francisco Saavedra, más tranquilo, reflexiona: “Cuánta gente vive a diario la humillación de Carabineros, de Investigaciones, de funcionarios corruptos, que hacen imposible vivir. Creo que sería defraudar a Jesús si no hacemos algo para terminar con esta desigualdad y con las violaciones a los derechos humanos que se siguen produciendo en esta sociedad. Quisiera saber si a un funcionario del Estado, que ha robado miles y miles de pesos, le dan el mismo trato que a un trabajador que exige mejoras en sus remuneraciones. No, no lo hacen”.
No terminan ahí las reflexiones del perseguido Hermano Francisco: “El Gobierno se encarga de enviar Carabineros a reprimir a los trabajadores y a cuidar los intereses de los grandes capitalistas, eso hacen con el pueblo de Dios, lo humillan y masacran”.
El Hermano Francisco Saavedra se refiere al Documento de Puebla: “El Estado interno de nuestros países encuentra en muchos casos su apoyo en mecanismos que, por encontrarse impregnados no de un auténtico humanismo, producen a nivel mundial ricos cada vez más ricos a costa de pobres cada vez más pobres”. Más adelante también recuerda de dicho Documento: “La realidad latinoamericana de estos años ha estado marcada sobre todo por la sistematización de la violencia preventiva o represiva basada en la denominada Doctrina de Seguridad Nacional, la cual está vinculada a un determinado modelo económico y político, de características elitistas y verticalistas que suprimen la participación amplia del pueblo en las decisiones políticas”.
Saavedra está consciente de que en Chile no hay reparación alguna por parte del Estado para todos quienes sufrieron violación a sus derechos humanos, y sabe cómo hoy se siguen violando esos derechos fundamentales. A pesar de lo anterior, se atreve a denunciar estas irregularidades en su espacio radial, aunque la Policía lo tiene “plenamente identificado”, le siguen, lo investigan, lo acosan y lo amedrentan, como quedó demostrado en el episodio policial que acaba de protagonizar.
Cabe destacar que dos horas después de la detención de este representante del mundo cristiano, el Comisario Bascuñán llamó a Radio Nuevo Mundo, pidiendo que le entregaran la grabación de la denuncia telefónica de intento de soborno, a lo que se negó el periodista de turno de la emisora, el que todavía mantiene el documento sonoro, de acuerdo a los derechos correspondientes a la libertad de prensa.
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Artículo original en:
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Extracto versionado en:
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La persecución descrita, agravada por la desidia de las autoridades correspondientes, ha aumentado en el último tiempo.
Por favor, solidarizar y difundir esta información.
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Santiago, Mayo de 2009.